viernes, 21 de noviembre de 2008



JAVIER RODRÍGUEZ MARCOS (Nuñomoral, 1970)




LA ORILLA


El Erdre es el río que pasó por mi aldea
en el invierno crudo de la Europa más vieja.
El Erdre es un palíndromo y un río
de la estirpe de los de las leyendas
mínimas, menores, familiares.
Los barcos perezosos que surcaban sus aguas
escribían la historia de los reinos de antes,
de princesas hermosas y siempre enamoradas,
mas nunca de nosotros.
Si la vida es un río yo quiero ser el Erdre
cuando hiela, en invierno
-acaso en un río helado no fluya más el tiempo
y el instante que pasa fugaz con el estío
se detenga entre tanto recuerdo demorado-.
Si el morir es el mar,
que el morir sea el océano
que conoce mi huella descalza de noviembre
con la playa desierta.
Hay un río familiar en la vida de cada hombre
y el Erdre conocía los días de mi infancia.
Como los ríos de entonces soy lento y confiado,
a ratos perezoso. Queden para los otros
la eterna gloria y el humo de los grandes barcos.


(De Naufragios)


ESTATUA DE JULES VERNE EN EL JARDÍN DES PLANTES


El Jules Verne que vive en el Jardin des Plantes
es el hombre más triste de este mundo,
porque ya no imagina.
El único consuelo de la estatua de un hombre
que vivió frente al río,
donde se unen los brazos
de la Madeleine y Pirmil,
es la corta visita de las aves acuáticas
que le llevan noticias del reino submarino
al fin de la borrasca.
Ni los lirios ni el húmedo
calor de los invernaderos
mitigan la nostalgia
de la estatua de Verne en el Jardin de Nantes.
El artista que esculpiera sus rasgos
a costa del volumen del aire más profundo
le dejó un gesto triste, sin fondo, inconsolable.


(De Naufragios)





HOTEL INTERNACIONAL



Si yo tuviese ahora el mundo entre mis manos
lo cambiaría, seguro,
por un ticket que me llevara pronto
hasta la calle de los Doradores,
y desde allí a la rua que llaman da Betesga,
pediría habitación en el hotel
que mira hacia la plaza, el Internacional,
y antes de volver a fatigar las calles
escribiría una nota en el verde papel
del establecimiento para enviarla lejos,
con el franqueo legal que marque la república:
Queda cerca del océano y llueve sobre Europa,
clausuro con esto mi nostalgia,
Lisboa es una buena ciudad para morir.


(De Naufragios)



EN OTRO TIEMPO


Comíamos frutos silvestres y carnes de Bretaña,
el alcohol del Caribe llenaba las bodegas
y trazábamos versos a princesas de Islandia
que ansiaban nuestra vuelta con la luna de mayo.
Canciones tan antiguas y largas como el mundo
teníamos por himnos al tocar algún puerto
o en medio de las noches de vigilia obligada.
Como el viento más rápido eran nuestros navíos
y nuestros pensamientos de futura grandeza.
Todo estaba tan próximo que era como el recuerdo
de un augurio feliz, eterno, interminable.
Nunca fuimos tan rápido, nunca fuimos tan lejos.
El invierno era breve, el mundo era mentira.



(De Naufragios)